jueves, 18 de noviembre de 2010

mensaje "Pasión, muerte y resurrección"




La Misión de Jesús... Sembrar y Morir

Algunas reflexiones acerca de la misión de Jesús en este mundo: su vida, pasión, muerte y resurrección.

Su vida...

"La mayor parte de la vida de Jesús permaneció oculta. Jesús vivió con sus padres en Nazareth, "sujeto a ellos", y mientras tanto "progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres". Cuando pensamos en Jesús, pensamos sobre todo en sus palabras y en sus milagros, su pasión, muerte y resurrección, pero nunca debemos olvidar que antes de eso Jesús vivió una vida simple, oculta en un pequeño pueblo, lejos de los grandes del mundo, de las grandes ciudades y de los grandes acontecimientos. La vida oculta de Jesús es muy importante en nuestro propio viaje espiritual. Si queremos seguir a Jesús en palabras y en los hechos, al servicio de su Reino, antes que nada debemos luchar por seguir a Jesús en su vida simple, nada espectacular y muy común, su vida oculta.

El ocultamiento es una cualidad esencial de la vida espiritual. Soledad, silencio, las tareas ordinarias, estar con gente que no lleva grandes agendas, dormir, comer, trabajar, jugar: ésa es la vida que Jesús vivió y que nos pide vivir a nosotros. Es en el ocultamiento donde podemos, como Jesús, progresar "en sabiduría, estatura y en gracia ante Dios y los hombres". Es en el ocultamiento donde podemos encontrar una verdadera intimidad con Dios y un verdadero amor por las personas.Aún durante su ministerio activo, Jesús siguió volviendo a lugares ocultos para estar a solas con Dios. Si no tenemos una vida oculta con Dios, nuestra vida pública para Dios no puede dar fruto".



"Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto...".



"Salió el Maestro, rodeado de los suyos, a las proximidades de Efraín. Quería dedicar un día completo al adoctrinamiento de sus discípulos. Se dirigieron a un cerro vecino, y en el camino, Juan exteriorizó así su preocupación:

- Maestro, no lo podemos evitar: una marejada de tristeza nos ha inundado al enterarnos de sentencia del Sanhedrín contra ti. Estamos confundidos: ¿qué será de tu misión en este mundo?

- Breve, como un día de invierno, y simple, como una caña recta, será mi vida: sembrar y morir. Como el destino de los meteoros es perderse en los espacios oscuros, mi peregrinación acabará en el santuario de la muerte. No veré germinar ni crecer el trigal. Después de lanzar la semilla, sólo me resta prepararme para morir. He sembrado sin fatiga, he derramado a mi paso salud y bondad; no tendré, sin embargo, la satisfacción de comprobar los resultados.

- Pero, Maestro, con tu muerte todo acabará -insistió Juan -.

- Todo comenzará -respondió el Pobre -. La condición que el Padre me pide es mi sacrificio. Una vez consumada mi inmersión en las aguas de la muerte, en el mismo instante, la planta levantará cabeza y comenzará a escalar alturas. ¿Recuerdan cuántas veces les hablé del grano de trigo? Si no cae en tierra, permanece estéril; si muere, da mucho fruto. Mi vida como sembrador ha sido precaria. La siembra ha terminado, ahora me corresponde desparecer.

- Maestro -protestó Pedro-, bien podrías haber evitado entrar en conflicto con las autoridades.

- En la hora de mayor peligro -agregó- Juan - pudiste haber salido del círculo de fuego, y haberte alejado a las alturas de Golán o perderte en los montes Gelboé.

- Una vez que los indicadores del Padre -respondió Jesús- me advirtieron que el centro de gravedad de mi misión sería mi propio martirio, y una vez que la advertencia se convirtió en convicción, mi impaciencia pone alas a mis pies. ¡Con un bautismo tengo que ser bautizado! Y como me siento impaciente y cuánto ansío que se precipite el desenlace final. Dentro de pocos días subiremos a Jerusalén, y en el momento señalado se encenderá la pira del martirio. Ya está sembrada la semilla, ¿para qué esperar más?

- Y acabó diciendo el Pobre: -Tengo ganas de depositar mi vida en las manos del Padre, como una ofrenda máxima de amor y como precio de rescate. A veces me parece no entender nada, pero aún así sólo sé una cosa: mi Padre guía la nave, y en sus manos me dejaré llevar a donde quiera, como quiera, cuando quiera. Con los ojos cerrados, y abandonado, entraré en el túnel oscuro y misterioso, aunque no vea ninguna luz hasta el final. Será la obra de mi vida. El drama lo he de cumplir hasta su consumación. El resto lo hará el Padre".



Su Pasión...

"Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte;quedaos aquí, y velad conmigo".

Mateo 26:38

"Se arrodilló, juntas las manos,en el Getsemaní sombrío,bajo las ramasde un frondoso olivo.Dormidas las flores, su cabeza gacha,los pájaros nocturnos acallan su gritoy en el silencio, su menterecorre los siglos.

Su pasado está llenode traición y tristeza,de mañana, dolor y tormentas;pero Él se arrodilla, sereno,bajo el árbol que contemplauna lucha de significado eterno'No mi voluntad sino la tuya se cumpla'".



"Por decirlo de una manera gráfica, el Pobre se transformó esa noche en el gran Miserable, no tan sólo en el sentido que cargó con todas las miserias humanas (Isaías 53), sino en el sentido de que experimentó la miseria de sentirse hombre, hasta apurar los sedimentos más amargos del cáliz humano. Llegó hasta el límite de lo que es capaz de llegar la existencia humana, la miseria y la desgracia de ser hombre: la soledad, el miedo, el tedio, el absurdo, el terror, la angustia. ¿Quién sería capaz de analizar y medir la profundidad de la aflicción de Jesús, cuando exclamó: "Siento una tristeza de muerte"? ¿Quién podría ponderar la carga humana, la densidad y el sentido de lo que sucedía en el interior del Pobre cuando oraba "con clamores y lágrimas" (Hebreos 5:7), con "pavor y tedio" (Mateo 26:37), "caído en el suelo" (Mateo 26:39, y con "sudores de sangre" (Lucas 22:44).

En su sombría y desesperada grandeza, el Hombre fue descendiendo por la pendiente hasta alcanzar el límite final del precipicio. Aquí no se alcanza a ver otra cosa que ruinas entre rocas grises. El Pobre había descendido hasta los niveles más profundos de la condición humana. El Pobre fue fiel al hombre: llegado el momento de la gran tribulación, ni siquiera pasó por su cabeza la idea de echar mano al bolsillo de la divinidad para sacar de él una carta mágica que lo libera del trago amargo de la muerte, y de esa muerte. En el misterio de la Encarnación, Getsemaní es el peldaño final".



Su muerte...

"Jesús fue roto en la cruz. Vivió su sufrimiento y su muerte no como un mal que debía evitarse a todo costo sino como una misión que debía abrazar.Nosotros también somos rotos. Vivimos con cuerpos rotos, corazones rotos, mentes rotas, o espíritus rotos. Las relaciones rotas nos hacen sufrir.¿Cómo podemos vivir nuestro quebrantamiento? Jesús nos invita a abrazarlo, como Él abrazó su cruz, y a vivirlo como parte de nuestra misión. Nos pide que no rechacemos nuestro quebrantamiento como una maldición de Dios que nos recuerda nuestra pecaminosidad. Él quiere que lo aceptemos y lo pongamos bajo la bendición de Dios, para nuestra purificación y santificación. De este modo nuestro quebrantamiento puede convertirse en la puerta hacia una nueva vida.

El Hijo Amado de Dios, elegido desde toda la eternidad, fue roto en la cruz para que su vida única pudiera multiplicarse y convertirse en alimento para personas de todos los lugares y los tiempos.

Cuando vivimos nuestros quebrantamientos bajo la bendición, nuestras vidas seguirán dando fruto de generación en generación. Ésa es la historia de los santos: murieron, pero siguen vivos en los corazones de aquellos que los sobreviven. Ésa también puede ser nuestra historia".



Su resurrección...

"Conmovido, pues, el Padre por esta fidelidad del Hijo, transtorna las leyes de la muerte, rescata al Hijo de sus garras y le otorga el señorío, la resurrección y la inmortalidad, dándole un nombre sobre todo nombre, ante el que el mundo entero doblará las rodillas, proclamado hasta el fin del mundo que Jesucristo es el Señor. ¡Grandioso desenlace del drama!

Superada la última crisis, y alcanzada la victoria final, el Pobre de Nazaret dio una gran voz, al parecer, un grito desarticulado y desgarrador, inclinó la cabeza y murió.

La historia no ha concluido; más bien, todo comienza ahora. La muerte no tuvo su última palabra sobre el Pobre de Nazaret. Por el contrario, fue él quién, entregándose voluntariamente a la muerte, la doblegó y le arrancó su aguijón más temible".



El grano de trigo, muerto y sepultado bajo la tierra, ya es espiga dorada meciéndose al viento. De la muerte nace la vida, de la humillación, la exaltación. El Pobre de Nazaret es ahora el Señor Jesús.La resurrección de Jesús no es un dogma que nació en el seno de la Iglesia, sino que la Iglesia misma nace en torno a esta fe en el Resucitado. Sin esta certeza, jamás se habrían puesto en camino semejantes caravanas históricas siguiendo los pasos de Jesús.

Ya hemos visto cómo los discípulos de Jesús seguían dificultosamente a su Maestro camino a Jerusalén; y, en el momento de la prueba, "todos le abandonaron", dejándolo morir solo. Después de tres días, abatidos por la vergüenza y la tristeza, y por el naufragio de sus ilusiones, estaban "con las puertas bien cerradas" a la espera que pasara la tempestad y volviera la bonanza, para regresar a sus barcas y sus redes...

Y ahora de pronto esos desilusionados discípulos aparecen como hombres nuevos, confiados y valientes, que, con gran creatividad y alta inspiración se ponen al frente de un movimiento que produjo un impacto instantáneo, y fue avanzado incesante hacia adelante y hacia arriba, sin que ni las persecuciones ni la incomprensión fueran capaces de detenerlo.

¿Qué había sucedido? Ellos afirmarán una y otra vez que fue el reencuentro con Jesús.

Tenían una absoluta seguridad de que se habían encontrado con Jesús resucitado; y esto era algo incuestionable, una certeza inmediata, vivencial, de quien ha tenido una experiencia marcante, que no necesita explicaciones ni justificación alguna; que habían entrado en una relación personal con él, una relación a niveles profundos de fe, adhesión y compromiso, y que, a través de esa relación, habían recibido, un entusiasmo, una vitalidad, un fuego que les hacía ver con toda claridad que Jesús había triunfado par siempre sobre el odio, la injusticia y la muerte".



escrito por:"evangelsita predicador metalero" .

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